Nos ha
dejado José Emilio Pacheco, justo con el poeta Juan Gelman que también habría
fallecido unas semanas antes, un golpe en la cabeza ha acabado con la vida del escritor, que
metafóricamente resulta en otro golpe contundente al acervo literario, dejando
un vacío más en la espiral sin rumbo de un país con una historia tan devastada,
como lo refleja su contundente poema “Alta Traición”, una sutil verdad poética y
sublime ejercicio de reflexión e inflexión, sobre la desolación social y
política de una sociedad que alguna vez fue humana, acto compartido de todos
aquellos que hemos decidido el exilio voluntario por salud mental y emocional.
El oficio de
José Emilio como escritor fue intensamente profesional iniciándose en los
pasillos del periodismo y la universidad que efervencian con los movimientos
sociales del 68, pasando de la prosa a la poesía o viceversa, e incursionando
en la traducción de autores como T.S. Eliot y Wilde en un tiempo muy ajeno, a su
vigencia tan presente, o descifrando la abstracción de los haikus Japoneses, extendiendo
su oficio por todos los entreveres de las letras.
Alcanzo a
saborear la gloria del Cervantes, El Reina Sofía y el de Poesía Iberoamericana
donde están inscritos grandes como Asunción Silva, Neruda o el mismísimo García
Lorca entre otros y su prolífica carrera
nos convida de poesías, como “Los elementos”, “No me preguntes como pasa el
tiempo”, “Ciudad de la Memoria”, “El silencio de la Luna” en la narrativa tenemos obras como “Morirás
Lejos” “Las Batallas del Desierto” “La sangre de Medusa” entre muchas otras y
unas series de cuentos marginales y crónicas además de su amplio trabajo
periodístico en los diarios de mayor calidad moral e informativa que logran
sobrevivir el avasallamiento de los poderes facticos, Pacheco fue un vivido
testigo de la gestación de un estado fallido, donde la incertidumbre es la
única verdad, y la reflexión su única esperanza de vida, frente a una realidad
frustrante y maquiavélica de asfixiar a una
sociedad a cambio de sus riquezas materiales.
Ocúltate en
la zarza. Que no te atrapen.
El mundo
solo tiene un lugar para los corderos:
Los altares
del sacrificio.
Su obra será
un gran testimonio de la condición humana en su necesidad por mercantilizar los
más esenciales derechos a la vida y el placer de la felicidad.
Por: Jaime Juárez.
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